domingo, abril 20, 2008

Cuando falte inspiración, y las palabras se quieran expresar
no nos quedemos quietos, salgamos a la calle y a gritar
que empiecen a fluir por las veredas, que paren trenes y colectivos
que en una plaza se pongan a saltar, se encontraran con otras, se pondrán a danzar

ya no faltará nada, solo empezar a caminar
un amor, una esperanza, un color
estaremos a la vuelta de la esquina, todos juntos y vivos
seremos los de antes, los de hoy, los de siempre, comenzamos a brillar

para finalizar, voy pidiendo perdón
esto no es lo que parece
la rima cuesta un montón

la idea no me ayudó, la estructura se torció
es que nunca quise hacer esto
solo andaba por la calle, y fue ahí que apareció

El crimen perfecto

En Londres, es así: los radiadores devuelven calor a cambio de las monedas que reciben. Y en pleno invierno estaban unos exiliados latinoamericanos tiritando de frío, sin una sola moneda para poner a funcionar la calefacción de su apartamento.
Tenían los ojos clavados en el radiador, sin parpadear. Parecían devotos ante el tótem, en actitud de adoración; pero eran unos pobres náufragos meditando la manera de acabar con el Imperio Británico, Si ponían monedas de lata o cartón, el radiador funcionaría, pero el recaudador encontraría, luego, las pruebas de la infamia.
¿Que hacer?, se preguntaban los exiliados. El frío los hacia temblar como malaria. Y en eso, uno de ellos lanzó un grito salvaje, que sacudió los cimientos de la civilización occidental. Y así nació la moneda de hielo, inventada por un pobre hombre helado.
De inmediato, pusieron manos a la obra. Hicieron moldes de cera, que reproducian las monedas británicas a la perfección; después llenaron de agua los moldes y los metieron en el congelador.
Las monedas de hielo no dejaban huellas, porque las evaporaba el calor.
Y así, aquel apartamento de Londres se convirtió en una playa del mar Caribe.



El libro de los abrazos, Eduardo Galeano

domingo, abril 06, 2008

Este lugar en que voy transportado es el que ayer me hizo recordar un dejavù que no existió.
Esta vez fueron muy lejos, se lo mostraron al universo, antes que al mundo.
algún dia nos mostrarán su madriguera

sábado, abril 05, 2008

¿Quiere usted ser diputado?

Si usted quiere ser diputado, no hable en favor de las remolachas, del petróleo, del trigo, del impuesto a la renta; no hable de la fidelidad a la Constitución, al país; no hable de defensa del obrero, del empleado y del niño. No; si usted quiere ser diputado, exclame por todas partes:

- Soy un ladrón, he robado... he robado todo lo que he podido y siempre



ENTERNECIMIENTO



Así se expresa un aspirante a diputado en una novela de Octavio Mirbeau, El jardín de los suplicios.

Y si usted es aspirante a candidato a diputado, siga el consejo. Exclame por todas partes:

- He robado, he robado.

La gente se enternece frente a tanta sinceridad. Y ahora le explicaré. Todos los sinvergüenzas del pasado, el presente y el futuro, tuvieron la mala costumbre de hablar a la gente de su honestidad. Ellos "eran honestos". "Ellos aspiraban a desempeñar una actividad honesta". Hablaron tanto de honestidad, que no había pulgada cuadrada en el suelo donde se quisiera escupir, que no se escupiera de paso a la honestidad. Embaldosaron y empedraron a la ciudad de honestidad. La palabra honestidad ha estado y está en boca de cualquier atorrante que se para en el primer guardacantón y exclama que "el país necesita gente honesta". No hay prontuariado con antecedentes de fiscal de mesa y de subsecretario de comité que no le hable de "honradez". En definitiva, sobre el país se ha desatado tal catarata de honestidad, que ya no se encuentra un solo pillo auténtico. No hay malandrino que alardee de serlo. No hay ladrón que se enorgullezca de su profesión. Y la gente, el público, harto de macanas, no quiere saber nada de conferencias. Ahora, yo que conozco un poco a nuestro público y a los que aspiran a ser candidatos a diputados, les propondré el siguiente discurso. Creo que sería un éxito definitivo



DISCURSO QUE TENDRÍA ÉXITO



He aquí el texto del discurso:

"Señores:

Aspiro a ser diputado, porque aspiro a robar en grande y a "acomodarme" mejor".

Mi finalidad no es salvar al país de la ruina en la que lo han hundido las anteriores administraciones de compinches sinvergüenzas, no señores, no es ese mi elemental propósito, sino que, íntima y ardorosamente, deseo contribuir al trabajo de saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo hombre que se presenta a candidato a diputado.

Robar no es fácil, señores. Para robar se necesitan determinadas condiciones que creo no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto, y yo lo soy, no lo duden señores, En segundo término, se necesita ser un traidor, y yo también lo soy, señores. Saber venderse oportunamente, no desvergonzadamente, sino "evolutivamente". Me permito dar el lujo de inventar el término que será un sustitutivo de traición, sobre todo necesario en estos tiempos en que vender el país al mejor postor es un trabajo arduo e ímprobo, porque tengo entendido, caballeros, que nuestra posición, es decir, la posición del país no encuentra postor ni por un plato de lentejas en el actual momento histórico y trascendental. Y créanme, señores, yo seré un ladrón, pero antes de vender el país por un plato de lentejas, creanlo..., prefiero ser honrado. Abarquen la magnitud de mi sacrificio y se darán cuenta de que soy un perfecto candidato a diputado.

Cierto es que quiero robar, pero ¿quién no quiere robar? Díganme ustedes quién es el desfachatado que en estos momentos de confusión no quiere robar. Si ese hombre honrado existe, yo me dejo crucificar. Mis camaradas, también quieren robar, es cierto, pero no saben robar. Venderán al país por una bicoca, y eso es injusto. Yo venderé a mi patria, pero bien vendida. Ustedes saben que las arcas del Estado están enjutas, es decir, que no tienen un mal cobre para satisfacer la deuda externa; pués bien , yo remataré al país en cien mensualidades, de Usuhaia hasta el Chaco boliviano, y no sólo traficaré al Estado, sino que me acomodaré con comerciantes, con falsificadores de alimentos, con concesionarios; adquiriré armas inofensivas para el Estado, lo cual es un medio más eficaz de evitar la guerra que teniendo armas de ofensiva efectiva, le regatearé el pienso al caballo del comisario y el bodrio al habitante de la cárcel, y carteles, impuestos a las moscas y a los perros, ladrillos y adoquines... ¡Lo que no robaré yo, señores! ¿Qué es lo que no robaré?, díganme ustedes. Y si ustedes son capaces de enumerarme una sola materia en la cual yo no sea capaz de robar, renuncio "ispo facto" a mi candidatura...
Piénsenlo aunque sea un minuto, señores ciudadanos. Piénsenlo. Yo he robado. Soy un ladrón. Y si ustedes no creen en mi palabra, vayan al Departamento de Policia y consulten mi prontuario. Verán que performance que tengo. He sido detenido en averiguación de antecedentes como treinta veces; por portación de armas - que no llevaba - otras tantas, luego me regeneré y desempeñé la tarea de grupí, rematador falluto, corredor, pequero, extorsionista, encubridor, agente de investigaciones; fui agente judicial, presidente del comité parroquial, convencional, he vendido quinielas, he sido, a veces, padre de pobres y madre de huérfanas, tuve comercio y quebré, fui acusado de incendio intencional de otro bolichito que tuve... Señores, si no me creen, vayan al Departamento... verán ustedes que yo soy el único entre todos esos hipócritas que quieren salvar al país, el absolutamente único que puede rematar la última pulgada de tierra argentina... Incluso, me propongo a vender el Congreso e instalar un conventillo o casa de departamentos en el Palacio de Justicia, porque si yo ando en libertad es que no hay justicia, señores..."
Con este discurso, lo matan o lo eligen presidente de la República





Roberto Arlt